Día cuarto...

... la mirada del Dios bueno.


CONSIDERACIÓN.- ¡Qué mirada la de Jesús Nazareno! Mirada de Dios verdadero en este hombre también verdadero. El auténtico hombre según el proyecto del Padre. En la noche de la pasión miró con majestad a los esbirros que iban a prenderle en el Huerto y los echó a todos por tierra. Miró a sus jueces con una serenidad y paz... y hasta con amor, perdonándoles la injusta condena. Miró a Pilato con el brillo de unos ojos que destellaban la Verdad infinita. Miró a Pedro, traidor y cobarde, con infinita misericordia y lo dejó transido de arrepentimiento y lleno de confianza en el perdón. Miró a Simón de Cirene con gratitud alentadora para la ingrata tarea de ayudar a un odiado reo. Miraría a la Verónica con la delicadeza que el rasgo finísimo de esta mujer requería.

Miró a su Madre con un lenguaje sin palabras de dos almas sublimes que se compenetran: ¡Ánimo, Hijo! - ¡Ánimo, Madre! - ¡Sube a la cruz, Hijo! - Ven conmigo a la Cruz, Madre. - No sufras por mí, Hijo! - No sufras por mí, Madre! - Sé valiente, Hijo! - ¡Sé valiente, Madre!

Miró a las mujeres que lloraban por Él... Les vino a decir: Mi sufrimiento, pronto se acaba; el vuestro está por venir. Pero si lloráis vuestros pecados y los de vuestros hijos, todo dolor pasará. Os espera dolor y cruz en vosotras y en vuestros hijos...

Y estando en la Cruz miró a su Madre con infinito amor a Ella y a nosotros. ¡Nos La dio por Madre! "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Miró a Juan y al decirle: "Ahí tienes a tu Madre", nos consagró hijos del Corazón de su Madre.

¡Qué derroche de amor en su mirada a todos los discípulos, a nosotros.

¡La mirada del Dios bueno! Con el mismo amor nos mirará cuando entremos en el cielo.