Oración para todos los días

Jesús Nazareno, al contemplarte en tu imagen, te dirijo con cariño los versos que Tú mismo inspiraste al Poeta Gabriel y Galán:

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensagrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,
el pecado me tortura,
las entradas se me anegan
en torrentes de amargura
y las lágrimas me ciegan
y me hiere la ternura.

Todos los signos que distinguen tu figura me recuerdan el amor que tú me tienes y lo ingrato que yo he sido. ¡Qué mal he respondido a tan apasionado amor! ¡He pecado contra el Cielo y contra Tí!

La túnica morada me está diciendo que debo hacer penitencia, confesarme y llevar una vida cada día más santa.

La frente ensangrentada por la corona de espinas me está echando en cara los desvaríos de mi cabeza, mi soberbia, mi altanería, mi estúpida arrogancia contra mis hermanos los hombres.

La mirada del Dios bueno me muestra la infinita ternura de tu corazón. Por esa tu mirada, indeciblemente bella, yo me asomo al abismo de tu Divinidad que me acoge, me perdona y me salva.

La soga al cuello echada, me recuerda que soy reo de muerte eterna; pero Tú al dejarte conducir por ella al suplicio de la Cruz, me libras del infierno y me atraes hacia el cielo.

Te veo con la cruz al hombro echada y comprendo qu es la cruz merecida por mis pecados. Comprendo además que Tú vas conmigo al llevar mis cruces, mis trabajos y sufrimientos de cada día.

¡Oh Jesús, Hijo del eterno Padre y de María, la Virgen! Para insultarte te llamaban Nazareno porque te habías criado en Nazaret, pequeño pueblo de gente despreciada. Yo, por el contrario te llamo con cariño Nazareno; porque efectivamente eres germen y brote florido en todas las virtudes, sobre todo en el amor a todos.

Acudo a tí, Jesús Nazareno, pidiéndote nos ayudes en todas nuestras penas, enfermedades y angustias.

Y todas las alegrías de nuestra vida van a Tí como tributo de gratitud y amor.

Al pedirte la salud, prosperidad, alegría y sobre todo, la salvación, me comprometo a llevar una vida de fiel cristiano conforme a los mandamientos. Te encomiendo también con mucho cariño, a nuestros difuntos. Yo me pongo en tus manos para que me confortes siempre y en definitiva, me salves.

Que nada ni nadie me aparte de Tí hasta que me vea seguro, contigo en los brazos del Padre, en el gozo del Espíritu Santo y con la mirada complaciente de María, nuestra Madre. Amén


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Pídase la gracia que se desea alcanzar en esta novena