Oración final para todos los días...

Jesús Nazareno, nadie acudía a ti que no recibiera consuelo, curación, perdón de los pecados, aliento para la virtud, fortaleza para seguirte como discípulo. Esto mismo sentimos ahora hablando contigo. ¿A quién no le gustará ser amado por Ti, dulcísimo Maestro?

Más aún, Tú nos ofreces tu intimidad para tratarte, no sólo como el gran Mesías Salvador, sino también como hermano nuestro que nos invita a relacionarnos con Dios como verdadero Padre.

Tú eres el Primogénito, el hermano mayor que quitas nuestros miedos y nos das confianza en las adversidades que son las cruces que tenemos que llevar contigo.

Ya no nos parecen duras tus palabras: El que quiera ser mi discípulo, quiera ser mi hermano, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Yendo tú delante, dándonos fuerza por el Espíritu Santo que nos comunicas, y sabiendo que nos llevas a la resurrección, a la felicidad, ¿cómo no vamos a seguirte? ¡Ah pobres de nosotros si por no seguirte a ti, nos perdemos, nos precipitamos por el camino del pecado y caemos en el abismo de la condenación! Tú eres la luz del mundo, el camino, la verdad y la vida. No nos dejaremos engañar por nada ni por nadie.

Enamorados de ti, la tristeza va dando paso a la alegría, la cruz pesada es llevadera, en la noche oscura se vislumbra la luz de tú Resurrección y de tu rotundo triunfo sobre todo mal.

En vez de dejarnos llevar de nuestros hermanos los hombres descarriados, seremos nosotros, con la gracia que Tú nos regales, los que les invitaremos con ejemplos y palabras, a seguirte de nuevo a Ti el verdadero y único Salvador. Si con la cruz a cuestas eres tan amable y consolador ¿qué no harás ahora que ya estás resucitado y glorioso?

Y sabiendo cómo Tú nos ayudas a llevar nuestra Cruz, ¿por qué no vamos nosotros a ayudar a llevarla a nuestros hermanos que están enfermos, que son ancianos, que sufren sin consuelo o que están alejados de Ti porque han perdido la fe?

Toda debilidad humana es tu Cruz y debe ser también mi Cruz que he de llevar por amor a Ti, que nos ayudas a todos.

Prestar ayuda a los niños, a los enfermos, a los pobres, a los caídos en el vicio... es ayudarte a Ti a llevar la cruz.

Con mi palabra y ejemplo he de ayudar a los que perdieron la fe y no llevan el camino de tu salvación.

Después del placer de amarte a Ti, no hay placer más grande que ayudar a los débiles y procurar la salvación de los alejados de Ti, suprema y única felicidad.