Día segundo...

... de la túnica morada.


CONSIDERACIÓN.- El pueblo cristiano con admiración y pasmo contempla a Jesús subiendo al Calvario vestido de túnica morada. El color morado es el de la penitencia. Jesús era inocente, no podía cometer ningún pecado, y por lo tanto tampoco podía arrepentirse de algo malo que nunca cometió ni podía cometer. Él llevó una vida de sacrificio desde que nació, afectado de la más áspera pobreza, en Belén, en la huida y estancia en Egipto, en la vida dura de trabajador de Nazaret. Siempre pobre y soportando los duros trabajos con amor por nuestros pecados y para ejercitar palpablemente el amor infinito que nos tiene y conseguir que nosotros le amemos con parecido amor.

Penitencia es arrepentimiento de pecados, cambio de mentalidad y ejercicio de obras de mortificación en contrapeso del placer que equivocadamente hemos buscado en el pecado.

Todo lo que sufrió Jesús desde la cuna a la cruz, tuvo por objeto satisfacer por nuestros pecados mostrando palpablemente el amor a Su Padre y a nosotros.

Ver a Jesús subiendo penosamente al Calvario, vestido de morado, es recoger la lección que nos da: Si yo sufro tanto por vuestro amor y por vuestros pecados, ¿aún no estáis dispuestos a arrepentiros, confesaros y llevar una vida de sana austeridad cristiana, siempre en gracia de Dios y nunca en pecado?

La penitencia cristiana comienza viendo a Jesús doliente, percibiendo el amor que me tiene, continúa por la confesión sacramental y permanece en el amor a Dios capaz de impulsar una vida plenamente cristiana, siempre en amor creciente, alejándome más y más del pecado.

¡Oh Jesús Nazareno doliente! ¿De qué manera tienes que pedirme que haga penitencia para que te escuche? ¿Podré pedirte más amor para que yo me decida a corresponder?