Día tercero...

... con la frente ensangrentada.


CONSIDERACIÓN.- Hilos de sangre riegan tu frente y tu cuello porque las espinas de tu corona traspasan tus venas y te causan agudísimo dolor.

Ya entiendo, Jesús Nazareno, que la soberbia es el principio de todos los pecados. Todos los hombres, yo en concreto, siempre, ya desde Adán, hemos sido soberbios. Túe eres el segundo Adán, antítesis del primero. Tú tienes que ser, en tu infinito amor al hombre y en ardientes deseos de curarle, profundamente humilde y humillado...

Por eso puedes decir con toda verdad: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón...

Nos domina la soberbia, cuando tenemos pensamientos y deseos altaneros de apabullar, aplastar, hundir, aniquilar a nuestros hermanos los hombres para colocarnos en pedestal sostenido por las cabezas de los demás.

Pensamientos engreídos, intentos malvados, fantasmas y quimeras, que dominan las cabezas de los hombres y la mía en concreto...

Ya me explico, Jesús, que tengas que sufrir este tormento refinado en tu cabeza para reparar tantos pensamientos malvados de las nuestras.

¡Oh soberbia maldita, origen de guerras, de crímenes, de odios, envidias, de torvos y taimados pensamientos ocultos! ¡Cuánto costasteis a mi Señor Jesucristo! ¡Cuánta maldad de nuestras cabezas atormenta la bella y sana cabeza de Jesús! Jesús desde su humildad profunda y total había de revelarnos la verdad y la profecía...

La verdad es que es el Rey universal desde todos los siglos por derecho de creación. Él es el hacedor de todo. Y la profecía es que Él va a ser el Rey de todos los hombres por el amor que nos muestra de mil maneras. Una de ellas como ésta: coronado de espinas dando y mendigando amor. Como Él se declaró Rey, los soldados de Pilato lo tomaron a burla y a chanza. Se divertían con Él coronándole de espinas. Doblando la rodilla ante Él le decían: Salve, Rey de los judíos.

No le quitaron la corona ni en la misma crucifixión. ¿Jesús Rey de burlas? ¡Oh no! Ya descubro: ¡Jesús es Rey de infinito amor!