Día quinto...

... y la soga al cuello echada.


CONSIDERACIÓN.- Jesús Nazareno es el hombre infinitamente santo, incapaz de padecer malicia alguna. Ha sido condenado a muerte de Cruz como si fuera el más repugnante criminal. Él ha dicho con verdad que va a la muerte voluntariamente... Nadie puede quitarle la vida. Él la entrega voluntaria y amorosamente por nosotros, por nuestra salvación.

Pero como a todo reo de muerte, hay que atarlo con una soga al cuello para humillarlo y para que no se escape. Los Evangelios no nos hablan de soga. Pero Judas les había dicho a los esbirros: "al que yo bese, ése es, sujetadlo hábilmente".

Ponerle la soga al cuello es tratarle y conducirle como a una caballería. La dignidad de Hijo de Dios y del hombre más perfecto queda por los suelos. Aunque esa dignidad y grandeza no se la puedan quitar por más suplicios que le apliquen. Él nunca deja de ser el Hijo de Dios y el hombre más bello y virtuoso. Al revés, ¡cuanto más envilecido por amor, más digno de ser amado y ensalzado!

¡El hombre por sí solo puede caer en las cuerdas y lazos del diablo y del pecado. Pero él solo no puede liberarse. Ya entiendo, Jesús Nazareno, por qué te dejas atar. Para romper a costa tuya las terribles cadenas de nuestros pecados.

Todo pecado, mucho más si se repite, como ocurre con frecuencia, crea dependencia, adicción, esclavitud, sujeción a personas malas y a vicios arraigados. ¿Quién nos librará de estas situaciones de muerte?

¡La gracia de Dios por Jesucristo!

La mansedumbre de Jesús es inaudita. Va como manso cordero al matadero sin ofrecer resistencia. ¿No nos recuerda esta mansedumbre, nuestra ira terrible, nuestros enfados crueles que no quieren perdonar?

Atado por el cuello va Jesús camino del suplicio porque nosotros no queremos ir libremente a la vida por el camino de los mandamientos.

Todo pecado envilece. Jesús atado por el cuello ha de envilecerse sin perder su inocencia, para que nuestro envilecimiento pecaminoso se pueda destruir y volvamos a la inocencia recuperada, a la dignidad de hijos de Dios y hermanos suyos.